La
ética profundiza en la individualidad, permitiendo su desarrollo más allá de
las reificaciones sociales de la norma o costumbre y que justifica al individuo
como sujeto creador, innovador. En sentido inverso, de lo particular a lo
general, las personas tienen la capacidad esencial del distanciamiento hasta
llegar a lo abstracto. El resultado de esa capacidad es el arte
(particularista y subversivo) y la política (universalista y consensual).
El
distanciamiento tiene dos instrumentos para realizarse, la cultura y la
tecnología. Ambos son conocimiento acumulado, pero el uno es genérico para loa
hábitos sociales y el otro aplicado para los usos humanos.
4.1 La Cultura
4.2 La Tecnología
La tecnología
es información práctica que se transmite de generación a generación. La
tecnología es la "cosificación" del hombre como ser creativo. Por
ello es acumulativa y por ello va más allá del ser individual. El origen de la
técnica, de la tecnología, es la necesidad del ser humano de trascender
"la necesidad". El ser es un ser para un proyecto ético, y para
hacerlo realidad primero se debe superar la necesidad animal (supervivencia) e
ir diseñando instrumentos que no están en la naturaleza para desarrollar su
"artificialidad", que es la esencia de lo humano. Como conocimiento acumulado es importante para el proyecto
ético de cada individuo, pero éste debe saber que su creación, aunque parte de
lo existente, debe ser fruto de su propio talento para poder aportar algo más
de lo que le llega y, de esta manera, ampliar la tecnología existente para los
contemporáneos y sus descendientes. La tecnología, como cosificación del ser
humano es útil, pero no puede ser el criterio de vida, pues le falta el aliento
humano que sólo los individuos tienen; son un medio pero para un fin que sólo
el individuo puede marcar. La preeminencia de la tecnología, de los medios,
suele aparecer en aquellos individuos que no tienen una finalidad, que no
tienen un proyecto ético. En épocas donde los proyectos éticos flaquean la
tecnología alcanza una importancia esencial. Aquí radica el origen de la tecnofobia:
hacer del individuo un ser dependiente de su creación y no autónomo de la
misma. Esa autonomía sólo la proporciona el proyecto ético, tanto o más
necesario cuanto el conocimiento acumulado por la sociedad es vastísimo. Así,
se produce una paradoja: cuanto más desarrollada sea una capacidad tecnológica
más animadversión producirá en aquellos individuos (o sociedades) que menos
capacidad de subordinarla a un proyecto trascendente de ella misma tengan. La
capacidad ilimitada de la tecnología hace más evidente la limitación
humana...siempre que lo humano no sea trascendente, no sea creador. La
tecnología debe permitirnos dominar a la naturaleza, pero no al ser humano como
tal. Otro elemento generador de tecnofobia es la alianza entre creaciones
humanas (cosificación) y poder político cuando
se conjura contra la autonomía personal: esa alianza se da entre la tecnología
y el estado, dos creaciones humanas que, por su poder, pueden anular esa
autonomía personal. La planificación social es la querencia del estado y es
también cosificación, tecnología aplicada a la vida humana. Una de las
dimensiones entre esta alianza entre técnica, ciencia y poder político es el
hecho de que la vida de muchos depende de la decisión de pocos, en sentido
literal. Esa es una de las dimensiones más reales del problema tecnológico. Cierta planificación es indispensable, pero
siempre que no anule a los individuos, siempre que vaya a favor de la autonomía
individual, siempre que haga posible (y estimule) la existencia de personas con
proyectos éticos. Lo público, en tanto ejemplo de planificación no puede ser lo
único existente, necesita de alternativas "privadas". La relación
entre autonomía y tecnología es compleja: la tecnología puede desarrollar
nuestro proyecto ético, pero no lo puede sustituir; el medio no puede
convertirse en el fin y éste debe poder sobrevivir a la crisis del medio. En
definitiva, la tecnología es importante, pero no puede ser imprescindible. Sin
ese "ethos" de lo humano, sin ese aliento constante, la tecnología se
convierte en automatismo, es decir, en un medio que se convierte en fin y, con
ello, surge el fatalismo. El fatalismo es el nihilismo del mundo tecnológico.
La tecnofobia surge de ese sentimiento de que algo más poderoso que uno (ese
conocimiento reificado) rige la vida de las personas, de la pérdida de
autonomía y con ella una libertad que hemos cedido a terceros, es decir, a la
dimensión tecnológica y pública. No existen seres "en contra" de la
tecnología, sino seres que por no tener proyecto ético viven al vaivén de lo
cosificado, de la tecnología. En nuestros tiempos tecnológicos, la autonomía
está en la diversificación (en la persistencia de alternativas) más que en la
negación de las tecnologías. Por ello es importante conocer los mecanismos de
las tecnologías y no ser simplemente usuarios de las mismas. Y esto también se
relaciona con las categorías entre creador y consumidor, entre artista y
trabajador, dos dimensiones que conviven en todo individuo: como consumidor el
individuo está condicionado a la tecnología; como creador no, la tecnología
está condiciona a él; por ello es indispensable la existencia de una dimensión
creadora en la persona. Ello permitirá una sociedad más libre (en tanto sólo en
ella es posible esa dimensión creadora), le proporcionará autonomía (pues sabrá
qué es lo importante y que es lo secundario) y le liberará del miedo (pues
sabrá que lo importante de su vida no está en manos de los demás)...lo que a su
vez también le hará valorar una sociedad libre.
Tecnología y sociedad, ¿Cómo se relacionan? ¿Determina la tecnología la
sociedad o viceversa? No caben determinismos sino posibilidades: la existencia
de ciertas tecnologías permiten ciertas alternativas sociales. Pero lo esencial
es la relación contraria, es decir, que los anhelos de ciertas sociedades
generan ciertas tecnologías mediante las cuales estos anhelos pueden hacerse
realidad. Es por ello que el desarrollo tecnológico no es lineal ni universal
-aunque no se puede subestimar lo universal de algunos anhelos-, ni todas las
sociedades en un momento dado valoran igualmente una tecnología. Ahora bien,
una tecnología puede tener distintas finalidades según la sociedad que la adopte. También posibilita nuevas formas para viejos
problemas: por ejemplo la manera de capturar rentas.
¿Se puede dividir el desarrollo de la
tecnología por períodos? Ortega y Gasset divide entre la técnica del azar
(prehistoria), en la cual es el azar el generador de innovación. La técnica se
caracteriza por su dimensión mágica, su poca diversidad y la nula
especialización social. Un segundo estadio de la técnica como artesanía (hasta
la edad media). El repertorio es mucho mayor y es ya obra premeditada del
técnico que lo es a la par de artesano (crea y produce). Sin embargo, su
producto carece de ambición; es un instrumento del hombre (un alargo) pero no
máquina: no puede actuar sin que un hombre la haga funcionar. En este sentido
no es una tecnología deshumanizada, es decir, todavía es el instrumento quien
depende de la voluntad del hombre y éste no depende de la tecnología para
elementos esenciales de su vida. La tercera época está dominada por la técnica
del técnico. El técnico es ya ingeniero: produce máquinas que funcionan sin
intervención del hombre, lo que conlleva una idea de infinitud hasta entonces
nunca presente. La infinitud de las posibilidades de la máquina frente a la
finitud de lo humano produce desasosiego...tecnofobia. Esta dimensión de potencialidad
absoluta aparece cuando tecnología y ciencia se unen. Además el ingeniero ya no
es obrero: sólo diseña, no produce.
El distanciamiento tiene diferentes grados antes de
llegar a la política o el arte. Por ejemplo, existe el grado fe las relaciones
interpersonales.
4.3
Las relaciones interpersonales
Las
relaciones interpersonales son el ámbito que transita de la ética a la moral y,
de allí, a la universalidad abstracta que culmina el distanciamiento. Como se
apuntó, en las relaciones interpersonales se debe actuar de manera noble, es
decir, como nos dicta nuestro “deber ser” respecto a las relaciones con los
otros; otorgándole dignidad a la persona, aunque nuestra relación sea meramente
práctica y nos valgamos de aquello que nos puede ofrecer como medio para
alcanzar nuestros objetivos (el medio es siempre aquello que nos puede ofrecer,
no la persona en sí). Esa actuación desde la nobleza es un prerrequisito de las
relaciones interpersonales.
La dimensión
interpersonal es esencial para evaluar la capacidad moral de las personas, pues
su campo de juego, allá donde realmente se pude calibrar el valor de las
personas cuando está en juego su proyecto ético; cuales son sus límites a la
hora de llevarlos a cabo, hasta dónde están dispuestos a llegar pero, a su vez,
cual es su capacidad para buscar colaboraciones, aliados, a ese proyecto ético;
en definitiva, su capacidad de seducir a los otros.
Ese “otro” cercano,
aquél que puede ser conocido por la persona, puede venir definido por
relaciones de parentesco, de amistad o, simplemente, de conocimiento, que
refieren a diferentes grados de implicación que se manifiesta en la tensión
entre los sentimientos de provecho y de obligación, es decir, entre lo que
recibimos y lo que estamos obligados a dar.
En las relaciones de
conocimiento pesa más el provecho que la obligación, circunscrita al
presupuesto básico de actuar desde la nobleza.
En la amistad pesa tanto el
provecho, y es fruto del mismo que se genera una obligación para con el objeto
de esa amistad que, para ser duradero, debe ser recíproco.
Finalmente, es en las
relaciones de parentesco donde pesa más la obligación que el provecho.
La capacidad de
auto-obligarse, que es lo que comúnmente se denomina compromiso, es uno de los
elementos que ennoblecen al ser humano, dotándolo de más profundidad y
trascendencia. Atarse, comprometerse es enriquecedor…siempre que sea una opción
libre del sujeto, de lo contrario es una servidumbre. Ello no es contrario con
la idea de la libertad como valor preponderante, antes al contrario, ya que es
el sacrificar lo más valioso que se tiene (la libertad) por otros (hijos) o por
una causa lo que ennoblece, en este último caso significando identificar el ser
con el deber ser.
La
ética profundiza en la individualidad, permitiendo su desarrollo más allá de
las reificaciones sociales de la norma o costumbre y que justifica al individuo
como sujeto creador, innovador. En sentido inverso, de lo particular a lo
general, las personas tienen la capacidad esencial del distanciamiento hasta
llegar a lo abstracto. El resultado de esa capacidad es el arte
(particularista y subversivo) y la política (universalista y consensual).
El
distanciamiento tiene dos instrumentos para realizarse, la cultura y la
tecnología. Ambos son conocimiento acumulado, pero el uno es genérico para loa
hábitos sociales y el otro aplicado para los usos humanos.
4.1 La Cultura
4.2 La Tecnología
La tecnología
es información práctica que se transmite de generación a generación. La
tecnología es la "cosificación" del hombre como ser creativo. Por
ello es acumulativa y por ello va más allá del ser individual. El origen de la
técnica, de la tecnología, es la necesidad del ser humano de trascender
"la necesidad". El ser es un ser para un proyecto ético, y para
hacerlo realidad primero se debe superar la necesidad animal (supervivencia) e
ir diseñando instrumentos que no están en la naturaleza para desarrollar su
"artificialidad", que es la esencia de lo humano. Como conocimiento acumulado es importante para el proyecto
ético de cada individuo, pero éste debe saber que su creación, aunque parte de
lo existente, debe ser fruto de su propio talento para poder aportar algo más
de lo que le llega y, de esta manera, ampliar la tecnología existente para los
contemporáneos y sus descendientes. La tecnología, como cosificación del ser
humano es útil, pero no puede ser el criterio de vida, pues le falta el aliento
humano que sólo los individuos tienen; son un medio pero para un fin que sólo
el individuo puede marcar. La preeminencia de la tecnología, de los medios,
suele aparecer en aquellos individuos que no tienen una finalidad, que no
tienen un proyecto ético. En épocas donde los proyectos éticos flaquean la
tecnología alcanza una importancia esencial. Aquí radica el origen de la tecnofobia:
hacer del individuo un ser dependiente de su creación y no autónomo de la
misma. Esa autonomía sólo la proporciona el proyecto ético, tanto o más
necesario cuanto el conocimiento acumulado por la sociedad es vastísimo. Así,
se produce una paradoja: cuanto más desarrollada sea una capacidad tecnológica
más animadversión producirá en aquellos individuos (o sociedades) que menos
capacidad de subordinarla a un proyecto trascendente de ella misma tengan. La
capacidad ilimitada de la tecnología hace más evidente la limitación
humana...siempre que lo humano no sea trascendente, no sea creador. La
tecnología debe permitirnos dominar a la naturaleza, pero no al ser humano como
tal. Otro elemento generador de tecnofobia es la alianza entre creaciones
humanas (cosificación) y poder político cuando
se conjura contra la autonomía personal: esa alianza se da entre la tecnología
y el estado, dos creaciones humanas que, por su poder, pueden anular esa
autonomía personal. La planificación social es la querencia del estado y es
también cosificación, tecnología aplicada a la vida humana. Una de las
dimensiones entre esta alianza entre técnica, ciencia y poder político es el
hecho de que la vida de muchos depende de la decisión de pocos, en sentido
literal. Esa es una de las dimensiones más reales del problema tecnológico. Cierta planificación es indispensable, pero
siempre que no anule a los individuos, siempre que vaya a favor de la autonomía
individual, siempre que haga posible (y estimule) la existencia de personas con
proyectos éticos. Lo público, en tanto ejemplo de planificación no puede ser lo
único existente, necesita de alternativas "privadas". La relación
entre autonomía y tecnología es compleja: la tecnología puede desarrollar
nuestro proyecto ético, pero no lo puede sustituir; el medio no puede
convertirse en el fin y éste debe poder sobrevivir a la crisis del medio. En
definitiva, la tecnología es importante, pero no puede ser imprescindible. Sin
ese "ethos" de lo humano, sin ese aliento constante, la tecnología se
convierte en automatismo, es decir, en un medio que se convierte en fin y, con
ello, surge el fatalismo. El fatalismo es el nihilismo del mundo tecnológico.
La tecnofobia surge de ese sentimiento de que algo más poderoso que uno (ese
conocimiento reificado) rige la vida de las personas, de la pérdida de
autonomía y con ella una libertad que hemos cedido a terceros, es decir, a la
dimensión tecnológica y pública. No existen seres "en contra" de la
tecnología, sino seres que por no tener proyecto ético viven al vaivén de lo
cosificado, de la tecnología. En nuestros tiempos tecnológicos, la autonomía
está en la diversificación (en la persistencia de alternativas) más que en la
negación de las tecnologías. Por ello es importante conocer los mecanismos de
las tecnologías y no ser simplemente usuarios de las mismas. Y esto también se
relaciona con las categorías entre creador y consumidor, entre artista y
trabajador, dos dimensiones que conviven en todo individuo: como consumidor el
individuo está condicionado a la tecnología; como creador no, la tecnología
está condiciona a él; por ello es indispensable la existencia de una dimensión
creadora en la persona. Ello permitirá una sociedad más libre (en tanto sólo en
ella es posible esa dimensión creadora), le proporcionará autonomía (pues sabrá
qué es lo importante y que es lo secundario) y le liberará del miedo (pues
sabrá que lo importante de su vida no está en manos de los demás)...lo que a su
vez también le hará valorar una sociedad libre.